11 marzo 2006

En el parque


Esta mañana he salido al parque a leer un rato al sol. Mi instinto cotilla me ha apartado de la lectura guiándome hasta la conversación del banco de al lado sin poder atender a los desvaríos del gordo de Ignatius y sus aventuras con un carro de salchichas del libro de Jhon Kennedy Toole.

- Me gustaría tener los ojos marrones, por probar-. Le ha dicho ella a él, sonriente.
- No, entonces tu cara sería sosa, le faltaría expresión.
- ¿Perdona?, ¿quieres decir que si mis ojos no fueran azules sería fea, una de esas del montón?
- No, cariño, sólo quería decir que le faltaría algo a tu cara, tú al ser morena y con los ojos tan azules destacas entre las demás, si no, le faltaría algo.
- ¡Le faltaría algo!, ¿estás insinuando acaso que si yo tuviera los ojos marrones nunca te hubieras fijado en mí?

Se ha hecho un silencio

- No, cielo, sólo…, yo…., es que…, claro que sí, bueno no, no sé…quiero decir...
- Y además tienes la cara de dudarlo.

Otro silencio aún mayor

- ¡Pero dime algo!-inició ella.
- ¿Qué quieres que te diga?
- Joder, que me quieres, que claro que te hubieras fijado en mí aunque tuviera los ojos marrones o… ¡aunque no tuviera ojos! Que lo nuestro no sólo es físico, que es algo más, algo… ¡espiritual!, por ejemplo.
- ¿Pretendes que te lea el pensamiento?
- ¡Pues igual sí!, llegados a este punto de la relación, tanto tiempo juntos; deberías.

Silencio

A veces, -he pensado- la conversación es una máquina malévola. He fijado los ojos en el libro y, ahora sí, he perdido el mundo de vista.

(Fotografía: www.diegomanuel.com)

1 comentario:

slesnor dijo...

La conjura de los necios... una obra maestra. Mejor leer que discusiones de tortolitos, aunque sirvan para un post :P

bicos e apertas