12 mayo 2007
La dieta
15 abril 2007
La responsable
Tenía que poner especial cuidado en destacar los productos alérgenos. “Este paquete puede contener trazas de avellanas u otros frutos secos”. Debía ser concisa y clara. “Poner en una cazuela mediana medio litro de agua y dos cucharadas de aceite. Llevar a ebullición. Verter el contenido de esta bolsa removiendo al mismo tiempo”.
Acogió el uso del infinitivo con agrado, como un acento regional que se adhiere al aparato fonador en cuestión de horas. De igual manera, sin darse cuenta, empezó a tener dificultades a la hora de relacionarse con los demás. Advertía a sus amigos cómo debían hacer las cosas, con qué grado, en qué postura, cuántos minutos. “Para beber una cerveza limpie con cuidado la boca de la botella con una servilleta. Introducir el limón. Sorber”. Su profesión como responsable de instrucciones al consumidor de la sección de etiquetería de una gran empresa multinacional que exportaba a unos 50 países toda clase de productos para el consumo cotidiano también afectó indirectamente en sus relaciones íntimas. “Para desabrochar el sujetador sujete con firmeza las bandas horizontales que se sitúan en la espalda. Realizar un movimiento de acercamiento de pulgares. Soltar”.
07 marzo 2007
La mujer invisible
15 febrero 2007
Dos negritos
08 febrero 2007
Católico apostólico
23 enero 2007
Cambio climático
Nunca aceptó los cheques; “575 euros, páguese al portador”, “Vale por una semana en Holiday Park Resort; ¡ni se lo imagina!” que le llegaban a su nombre a la dirección postal de la televisión estatal para la que trabajaba. Jamás pensó por un segundo en aceptar los chantajes de complejos hoteleros, chiringuitos de playa, estaciones de ski, acuaparks o parques temáticos. El hombre del tiempo, en su espacio de cinco minutos, explicaba detallada y minuciosamente cómo afectaría, durante la jornada, la calima en la recogida de percebes y berberechos o cómo influían los anticiclones en que la ropa encogiera tras el lavado. Y por qué las rachas de leve a moderado alterarían el ciclo menstrual de las menopáusicas y qué tenían que ver las depresiones barométricas en las probabilidades de que los maridos consiguieran o no clavar un cuadro con éxito en las próximas 24 horas.
Precisamente porque todo estaba interconectado, le parecía inaceptable informar en su espacio de las nueve y cuarto de la noche que el próximo fin de semana los termómetros rozarían las temperaturas máximas (para que de esta manera los apartahoteles llenaran sus reservas), cuando en realidad era la época más propicia para buscar caracoles. Aunque le tentaran, tampoco era capaz de “aconsejar” a los televidentes a que ataran las tablas de snow en la vaca del coche sin pensarlo, en un invierno en el que se podían deshojar margaritas.
Única y excepcionalmente, se atrevió a modificar el parte meteorológico aquel domingo. No pudo resistirse en culpar a ese “terrible anticiclón” que estaba entrando por Ceuta y Melilla, para invitar a los recolectores de setas y de trufas a que se quedaran a leer el suplemento dominical en el calor del hogar; no había nada en el mundo que le diera más placer que salir a pasear por un campo solitario encima de su globo sonda.
El lunes siempre estaría a tiempo de rectificar achacándolo al cambio climático.
(Imagen:3amfromkyoto)