14 marzo 2008

Mediocre (II)


Precisamente ésa era su mayor virtud; la mediocre era capaz de encontrar verdaderos-hombres-de-su-vida en lugares insospechados, a horas desconocidas, en situaciones extravagantes, raras, absurdas. Se cruzaba con hombres desgarbados con pantalones de pana, chicos con calvas en la barba y gafas de pasta (que leen poesía en libros desmenuzados), señores con canas en las sienes y pañuelos blancos en el bolsillo de la chaqueta. Encontraba aficionados a la hípica, niños de papá con el pelo relamido y polos de color pastel, jóvenes con zapatillas de goma aficionados a conciertos de pop, auténticos gruppies, estudiantes que viven en pisitos de paredes verdes, amarillas, rojas, expertos cocineros de pasta (con bacon y nata, con queso y nueces, con tomate y atún), amantes del guitar hero, del hockey, del ping pong, apasionados de la política.

Es cierto; a la mayoría no llegó a conocerles, se perdieron entre los túneles del metro o le rozaron el brazo mientras caminaba distraída por la Gran Vía, otros (con acento exótico) le tocaron el hombro para preguntarle cómo encontrar la Cibeles, Sol, San Ginés, algunos le daban cuartillas con las ofertas del buffet de la calle paralela a la que se encontraba, uno le atendió en una gran superficie comercial (meditó sus palabras con cuidado “su tiquet y su cambio, gracias” por si había algún doble sentido, una declaración de intenciones). A muchos les siguió con la mirada o llegó a desviar su camino unos metros, sólo con unos pocos (un número descaradamente inferior) fue capaz de intercambiar un libro, fluidos, su número de teléfono.

(Imagen: Eva Pel)

3 comentarios:

Shangri-la dijo...

Hola. Te invitamos a visitar nuestra publicación sobre literatura y cine. Un saludo.

Danilo T. Brown dijo...

vaya con la mediocre!!
me encanta el párrafo primero lleno de enumeraciones originales (ese es uno de tus fuertes). Intercambiar un libro, fluidos, su número de teléfono...
verdaderos hombres de su vida en cada sitio, en cada hueco, silla o zaguán, exactamente eso es lo que me pasa a mí, pero con las mujeres de mi vida, luego ocurre que ni me miran, pero eso es porque no soy demasiado guapo, tampoco exuberante, ni llevo las uñas esmaltadas.

Besos!

Anónimo dijo...

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greetings, Eva
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