06 abril 2006

El aprendiz de mago


El aprendiz de mago, nervioso ante su primera actuación se mostró ante el público tembloroso e inexperto. Tropezó antes de subir al escenario, secó el sudor que corría por su frente y remangó los puños de su camisa. Sonrojado se quitó la chistera de la cabeza. La apresó entre sus dedos índice y pulgar y de ella sacó otra chistera menor. De la segunda chistera sacó una tercera algo más pequeña. De la tercera una cuarta... Como muñecas rusas iban apareciendo múltiples sombreros de copa, uno tras otro. Acompañaba su show cantando con un hilillo de voz sin ninguna clase de ritmo, canciones desafinadas propias de la infancia.
De la novena chistera salió una décima. El público no tuvo ganas ni de gritar lo penoso de la actuación, simplemente a cada nuevo sombrero se iba retirando de sus asientos en desbandadas. El aprendiz de mago, cada vez más trémulo seguía haciendo aparecer nuevos sombreros de copa dentro de otros de tamaño mayor. Cuando finalmente se podía definir la actuación como un fracaso porque únicamente quedaba un espectador mirándole con cara de lástima, el aprendiz de mago secó sus lágrimas disimuladamente y del último sombrero del tamaño de un dedal sacó un hipopótamo.

6 comentarios:

Anaïs dijo...

Precioso. ¿Para cuándo ese café con tarta de chocolate?

maria josé dijo...

Me gusta el cuento. Un canto a la esperanza. El último espectador que da un voto de confianza y acaba siendo testigo de un prodigio.
Un beso.

slesnor dijo...

jop... no hay derecho, el truco espectacular siempre se deja para el final.

Bicos e apertas máxicos

Anónimo dijo...

Jejeje... una buena escena y muy bien narrada.

Besos

Anónimo dijo...

> Waw! Te admiro por las cosas que escribes! si un mago pudo
demostrar su mejor truco, tambien nuestro corazón demostrará su mayor sentimiento, solo hay que esperar!!!

Anónimo dijo...

me has hecho llorar.