Estaba cansada de hombres que apenas sabían llevar una conversación más allá de fichajes de fútbol y asuntos económicos de dudosa importancia. Quizá por eso no duraban más que un café en cualquier bar, una copa en un pub, o unas horas entre las sábanas, siempre dentro de este margen. “Demasiado superficiales”, pensaba.
Esta vez, después de colgar el teléfono y acordar una cita para aquella misma tarde, intuía que iba a ser diferente. Terminó con la ducha y comenzó a arreglarse. Primero aplicó espuma en su pelo, lo secó con la cabeza boca abajo para darle volumen, siguió maquillando sus ojos con rimel y kohol para que parecieran más grandes, sin olvidarse de sus labios que fueron realzados con pintalabios mate y sus pómulos con colorete rosado.
Esta vez, después de colgar el teléfono y acordar una cita para aquella misma tarde, intuía que iba a ser diferente. Terminó con la ducha y comenzó a arreglarse. Primero aplicó espuma en su pelo, lo secó con la cabeza boca abajo para darle volumen, siguió maquillando sus ojos con rimel y kohol para que parecieran más grandes, sin olvidarse de sus labios que fueron realzados con pintalabios mate y sus pómulos con colorete rosado.
Después empezó a vestirse comenzando por las medias reductoras que había comprado en aquella mercería de barrio, sobre las que iría una falda a la altura de la rodilla. Continuó abrochando cuidadosamente en su espalda el sujetador con relleno de las ocasiones especiales. Encima se puso una blusa negra de la que dejó abiertos un par de botones y espolvoreó en su escote polvos más oscuros para realzar esta zona. Se alzó en unos tacones de diez centímetros con los que ganó altura y, finalmente, roció sus muñecas con perfume por si alguno de los pasos anteriores fallaba a ritmo de una canción de Miguel Bosé que creía olvidada: “Su olor atrae a la ciencia, su carne al predador, lalala”. Salió de casa alegre, canturreando, sintiéndose totalmente segura de sí misma.
Lo que quedaba de la primera mujer a la segunda, simplemente era un misterio.
Lo que quedaba de la primera mujer a la segunda, simplemente era un misterio.
3 comentarios:
nos disfrazamos para gustar a hombres no superficiales..si la culpa es nuestra..estamos locas o q?.. evik
según nuestro querido deshacedor de lluvias, F. N. la mujer es la unica especie de todo el reino animal que para atraer al macho tiene que arreglarse bien. aunque los machos han entrado también en los mismos salones de belleza de las mujeres. rara contradicción. el reino de las superficies.
No solo los hombres son superficiales
http://generalidadesyopiniones.blogspot.com/
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