A pesar de que le amputaron el brazo izquierdo hacía ya algunos años, seguía sintiendo su extremidad rotar sobre su hombro. A veces, cuando despertaba por las mañanas y se estiraba para desperezarse, imaginaba que juntaba sus manos en el aire e incluso sentía el tacto de su mano derecha cuando, arriba, se tocaban. Otras veces, trataba de morderse las uñas, vicio que aún no había podido abandonar, y algunas otras sentía un intenso picor cerca del biceps, una irritación real en su brazo ausente.
Cuando trataba de explicarlo, la gente le decía que eso era algo completamente imposible... "¿si no tienes brazo cómo vas a sentirlo?". Aunque pocos entendieran aquel dolor fantasma, su brazo seguía formando parte de su cerebro, de su cuerpo finalmente.
Aquello le hizo pensar en cuántas cosas más su cerebro sentiría como suyas aunque no formaran parte de su cuerpo.
Apenas pudo dormir en las tres noches siguientes.
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