16 octubre 2006

Coffee-gofre express


Diane había conseguido ser la empleada del mes una media de 52 semanas al año, puntuación que debería multiplicarse por sus cerca de treinta como empleada en el “Coffee-gofre express”. Eran pocos y en muy escasas ocasiones los trabajadores que conseguían sacarle ventaja. Recuerda que un tal Robert lo logró al preparar el mayor número de tortitas por minuto que se había visto hasta el momento, en otra ocasión la afortunada fue Clarice, su sencilla premisa “mayor número de propinas directamente proporcional al ángulo de abertura de mi escote” tuvo excelentes resultados. El resto de ocasiones solía ser Diane la merecedora de la distinción mensual de la empresa.

A Diane le gustaba ser servicial; dos dedos de espuma en el café (siempre), doble de chocolate (para los chicos jóvenes), sacarina (para las señoritas con minifalda), puro (en la bandeja de los hombres con bigote), croissant con mermelada (para las madres que acaban de llevar a sus hijos al colegio), bollos de leche (para las abuelas que acaban de recoger a sus nietos de extraescolar). La experiencia hacía que su trabajo fuera más eficaz, rápido y mecánico. Por eso ahora le era fácil dedicar menos tiempo a tomar nota, preparar el servicio y servirlo en la mesa -siempre de manera excelente- para dedicar el resto de su jornada a lo que realmente le gustaba de su trabajo: observar y hacer conjeturas. En la 3 un joven escribía panfletos “medicina natural y alternativa contra el insomnio de su pez doméstico. Llame sin compromiso”. Probablemente el negocio funcione, pensaba. En la 4 un par de adolescentes se cogían la mano, sonreían y se besaban tímidamente cerrando los ojos con fuerza. La camarera calculaba mentalmente el tiempo que les quedaba para agotar la primera fase de enamoramiento y las probabilidades de que ella le fuera infiel al chico por el que ahora pestañeaba teatralmente.

En el fondo Diane era una romántica que forraba con hojas de periódico sus libros de Danielle Steel. Lo que realmente le motivaba todas las mañanas cuando se colocaba su atuendo de trabajo (cardado de pelo, chaqueta satinada y blusa color rosa palo) era pensar que hoy sería el “Gran Día”: la jornada en que un desconocido le pediría un batido de fresa maxi-size con barquillo, sirope de naranja y dos pajitas; una para él y otra para la empleada del mes.

(Imagen: Matt Hoyle)

05 octubre 2006

Sesenta y tres por ciento


Empezó los trámites de la empresa justo después de terminar de leer el reportaje central del Asahi Shimbun, el rotativo explicaba la situación de los japoneses entre los treinta y los cuarenta años.
“Han logrado una vida llena de éxitos profesionales debido a años de duro esfuerzo académico, de lucha laboral y perseverancia, sin embargo más de un 63% de los japoneses treintañeros confiesa no tener una pareja estable, vivienda propia o un sillón-relax con mando a distancia en su piso de alquiler. En definitiva; los Shuame como se les ha empezado a llamar, son considerados ya como unos auténticos fracasados en nuestra sociedad”.
Mashumi abrió su tienda al público para satisfacer las necesidades de ese sesenta y tres por ciento. Puso a disposición de sus clientes pisos exclusivos con toda la tecnología necesaria para impresionar al jefe y a la mujer del jefe, además se podían contratar los servicios de novias, novios (con personalidad y oficio a escoger), o prometidas (con sortija) para llevar a la cena de la noche de navidad o en la fiesta del cumpleaños de la abuela. Se prestaban bolsos y vestidos de diseñadores, un marido atento y dos hijos cariñosos para la reunión de antiguos alumnos de la universidad. Ofrecía una cocinera discreta que preparaba nigeri-sushi, unagi o tempura en el domicilio, que desaparecería justo antes de que llegaran los invitados. Además existía la posibilidad de crear paquetes y combinarlos según las necesidades de cada usuario porque se ofrecían excelentes facilidades de pago; bonos, mensualidades, préstamos o descuentos dependiendo del número de servicios y cobrando únicamente las fracciones, horas, o días de préstamo.

El mismo día que Mashumi cumplió los treinta y seis decidió abrir una franquicia, no porque no pudiera atender a la demanda de todos los Shuame, sino porque ella también quería contratar los servicios de su empresa.
(Imagen: Maleonn Ma)